Abro los ojos y los cuelgo
al borde de la sonrisa
de aquellas manos que me despertaron una vez,
esas que se hundieron en mi cuerpo
con la firmeza de las nubes.
Mientras las flores proponen una huelga
contra un sol, que no quiere dar la cara,
yo me siento en el filo de tus labios,
balanceo los pies sobre la eternidad
y echo a volar entre tus andares.
Y lloro.

Vaya una forma idiota de perder otro día...

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